Interiores y Exteriores

INTERIORES Y EXTERIORES*

Roberto Follari

La política exterior argentina en el último perìodo es realmente destacable. Desde el inequívoco apoyo al gobierno legítimo de Honduras cuando el golpe de Estado, a las gestiones -finalmente exitosas- para la liberación de secuestrados en Colombia. Desde la intervención diplomática firme en apoyo a Ecuador cuando la entrada militar colombiana a ese país, hasta el logro del apoyo latinoamericano completo a la causa por Malvinas. Desde la cumbre de Mar del Plata que acabó con el ALCA, al salvataje del gobierno de Evo por vía de la UNASUR.

Frente a la habitual política errática de la Argentina en el campo geopolítico, la actual actuación del gobierno es singularmente exitosa. Más aún si se recuerda los tiempos vergonzosos de "relaciones carnales", con las cuales sólo se buscaba caer simpáticos al imperio, sin tener ningún espacio de decisión soberana ni mantener algún rasgo de vocación latinoamericana.

No faltan los irresponsables que dicen que "estamos aislados del mundo", cuando sólo en una semana la presidenta se reunió con los presidentes de China y Estados Unidos, mientras el de Rusia hacía la primer visita a nuestro país en más de un siglo. También hay quienes no niegan los logros, pero pretenden que la política exterior no sería importante; según ellos, no nos afectaría en lo interno.

Esa distinción entre lo interno y lo exterior es menos rígida de lo que suele creerse. Ya lo dicen los teóricos de la Psicología, cuando muestran -lo hacía el célebre psicoanalista Jacques Lacan- que nuestro interior psíquico se formó desde el exterior; y que lo propio y lo ajeno son indiscernibles en gran parte de nuestra vida psíquica. Nuestros padres, por ej., están fuera de nosotros, pero a la vez los tenemos incorporados como parte de nuestra propia composición psíquica, si es que hemos convivido con ellos.

Lo mismo ocurre a nivel de la política: los buenos acuerdos internacionales redundan en inversiones y en los consiguientes efectos económicos internos. Se tejen pactos y contratos que refuerzan nuestra economía y nuestro desarrollo cultural. Nos hacemos más conocidos en el mundo a los efectos del turismo, y el respeto al país permite que no se nos sancione en los foros internacionales, y que podamos hacer negociaciones favorables (como es en este momento la de los bonos).

Una buena política internacional es, entonces, una manera de enfrentar de mejor manera nuestro destino nacional. Y esto se está haciendo de un modo notablemente eficaz, si se tiene en cuenta, por ej., que Argentina tiene el cuidado de mantener a la vez buenas relaciones con Venezuela y con Estados Unidos, países obviamente enfrentados entre sí. Conseguir que el presidente Obama agradezca a nuestra presidenta por su presencia en la última Cumbre Nuclear o que la ministra Hillary Clinton exprese elogios hacia nuestra nación, a la vez que sostener sólidos vínculos con gobiernos que -como los de Ecuador y Bolivia- resultan irritantes para el país del Norte, muestran una Argentina madura en sus relaciones; capaz de sostener su vocación latinoamericanista y su apoyo a los procesos democrático-populares de la región sin tensar sus relaciones con la mayor potencia del mundo, lo que es siempre favorable para evitar roces innecesarios y tensiones problemáticas.

Brasil es un país que mantiene autonomía geopolítica desde hace muchas décadas. Ha sostenido buena relación con Estados Unidos, pero a la vez se le ha enfrentado en cuestiones como las patentes, la inmigración o la relación con países africanos. Itamaraty ha sostenido una política inteligente y autónoma, una política de Estado que Lula ha sabido profundizar, pero que no fue él quien la inició.

Ojalá los argentinos estuviéramos a la altura de ese desafío. Cuando un ex-presidente de nuestro país es distinguido como primer Secretario General de la UNASUR, la mezquindad política doméstica hace que algunos quieran, desde la misma Argentina, estropear la situación. Es desmesurada y absurda la intención de desairar a todos los presidentes de América del Sur, quienes hicieron la elección unánime de Kirchner. Los conflictos domésticos discutámoslos en casa, y a la vez resguardemos la imagen internacional de nuestra política exterior.

Ojalá que así sea. El triste espectáculo de una Argentina dividida y donde algunos se oponen cerradamente hasta a los propios logros del país, resulta singularmente desconcertante. Es deseable que nos pongamos los pantalones largos y advirtamos que la política internacional requiere de una grandeza elemental, de mirar más allá del ámbito local de todos los días y de dejar los enfrentamientos inmediatos para pensar en el bienestar a largo plazo de todos los argentinos.-

*Publicado en el diario Jornada del día 12/05/2010

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